En unas pocas estrofas, vos.
Sus ojos solo podían captar la sensación de inmediatez una vez consumado el acto. Su peripecia a la hora de tomar consideración por sobre los hechos unicamente tenía lugar entre el desayuno y la merienda, lo demás era una cuestión de pudor. Sus reflejos instintivos, ¡Oh, qué reflejos! formaban parte de una inaudita manera de percibir a su entorno, el cual terminaba por constituirla. Esa afrancesada mirada, llena de perversión y locura, la cual no escatimaba en derrochar sus sentimientos más puros, que se volvían impuros, con el paso de los lustros. Esos movimientos de hombros, los cuales demostraban nada más que buenas intenciones cuando de disimular los efectos que los mismos años que tantas incongruencias a su vida trajeron, hoy solo rebulgitan recuerdos en vano, como si de la marea del mar se tratase. Esa pasión por lo desapasionado, por lo triste, por lo banal y por lo injusto a los ojos de los que creían saberlo todo, me recuerda a una triste tarde de otoño, bajo las extensión de un ventanal que apunta a la nada, esperando que de un chispazo un millón de años de civilización hagan y deshagan todos los males de este mundo, incluida tu sensación de poder sobrevivir sin tener que depender de nadie, como si las almas que rondan a tu alrededor no sean más que actores de reparto en esta triste historia de pasquín...  Franzil